En la calurosa mañana de este sábado 20 de noviembre del 2021, el Diác. Jorge Andrés Sancho Arrieta ha sido ordenado presbítero por la imposición de manos de Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña, Administrador Apostólico de esta sede en San Isidro de El General. Este joven alajuelense, había realizado opción vocacional por nuestra Diócesis hace ya varios años, decisión que fue confirmada con su incardinación el pasado 17 de julio en su ordenación diaconal y ratificada hoy como presbítero de este clero diocesano.
Durante la homilía, Mons. Montero recordó la gran dignidad del ministerio presbiteral, “es una dignidad particular porque viene de Dios, y como dice el Evangelio: ‘no son ustedes los que me escogieron a mí’. Esta dignidad, está hecha de servicio y de profunda alegría, porque está hecha de entrega total al pueblo y a Él; es, por tanto, distinta a las dignidades humanas, que están hechas de privilegios, autoridades y poderes.»
A los sacerdotes presentes, que acompañaron al nuevo miembro de la familia presbiteral, y al mismo joven que sería ordenado, el obispo y fraile les dijo: “será importante recordar que este tesoro lo llevamos en vasos de barro, tomemos conciencia de nuestra pequeñez y debilidad; por la ordenación yo no soy un consagrado impecable, ni declarado santo consumado en el cielo, seré impecable el día en que yo me identifique con Jesucristo y reciba plenamente su gracia, y su gracia no sea vana en mí».
El prelado, prosiguió meditando cómo los sacerdotes hoy son señalados, y cómo el péndulo histórico ha pasado de mirar a los sacerdotes como algo casi perfecto al otro extremo, haciéndonos caer en el riesgo de “no reconocer en el sacerdote, a Aquél que en él actúa, a pesar de nuestra condición. Por eso, con las lecturas, dijo: «Moisés se siente cansado por su trabajo, es demasiado para sus fuerzas; Moisés le dice a Yahvé: yo no puedo, es demasiado; le pone incluso un ultimátum, o me quita la carga o mejor mátame. Está desesperado. Pero el Señor escucha siempre los ruegos de quienes le imploramos, y ante nuestras necesidades Él responde”, precisó Mons. Montero.
Con paternal atención, prosiguió hablándole a los presbíteros y particularmente al nuevo sacerdote Sancho, con estas interrogantes: “¿Quién no ha sentido alguna vez muy pesada la carga? ¿Cuál sacerdote no ha sentido a veces muy pesada la carga de la obediencia o del celibato, o la carga de un pueblo que parece ni escuchar ni interesarse de las cosas de su Reino? Quizá, hemos llegado casi a la desesperación y a retar a Dios. Ojalá recurramos a Él, que busquemos en Él nuestro consuelo y no en consuelos humanos, porque ningún consuelo humano podrá aliviarnos la carga que nos dio el Señor.»
Con la segunda lectura, el Administrador Apostólico para la Diócesis de San Isidro, recomendó a los sacerdotes la urgencia de ser humildes, pacientes y benignos, porque “el pueblo de Dios con toda razón espera de nosotros total respeto, consideración con sus pecados y debilidades; a nosotros nos toca tener infinita paciencia, con grado alto de comprensión y sin tener distinción de personas». Y prosiguió: “no tenemos que ser grandes teólogos o genios, tenemos que ser gente experta en el amor cristiano, y todo mundo tiene derecho a ver en nosotros el amor cristiano, amor que no es nada fácil, pero que nos regala el Espíritu”.
Finalmente, se dirigió al joven sacerdote para darle unos consejos prácticos: “primero, identificación con Jesucristo; segundo, medita y ama la Palabra, buscándolo en toda forma posible; amor grande a la oración litúrgica y personal, cualquier fallo en la oración litúrgica es traición al sacerdocio y a la acción de la Iglesia; y servir sin reservas ni condiciones, nos debemos al Pueblo de Dios pues para eso hemos sido llamados, sobre todo en los más humildes y necesitados”. Y citando las palabras del Papa Francisco a unos sacerdotes recién ordenados en Roma, dijo: “apártense de la vanidad, del orgullo y del dinero. El diablo entra por los bolsillos. Procuren ser libres y pobres, como pobre es el mismo Jesucristo, y pobre el Pueblo Santo de Dios. No sean trepadores o escaladores de dignidades porque se convertirán en empresarios y funcionarios que pierden la pobreza que los asimila a Jesucristo pobre, no sean empresarios sino servidores”.
Así, Mons. Montero ordenó al último de los sacerdotes que regaló a la Diócesis de San Isidro por medio de la aceptación a las órdenes sagradas, siendo éste el noveno sacerdote ordenado, tras las ordenaciones del P. Alejandro Gamboa Conejo, P. Jesús Zúñiga Umaña, P. Jesús Piedra Barboza, P. Johnny Leiva Gamboa, P. Carlos Valverde Elizondo, P. Andrés Monge Fallas, P. Greivin González Méndez y P. Jorge Alex Ortiz Bonilla.