Homilía pronunciada por: Mons. Fray Enrique Montero Umaña.
Hermanos y hermanas ¿qué es lo que tiene el Señor que decirnos hoy? ¿Qué podríamos aprender? ¿Qué nos hace falta saber, conocer, para mejorar nuestra vida cristiana? Uno de los grandes peligros es que nuestra vida cristiana se estanque, todo en este mundo tiende a estancarse, ¿no es cierto?, el agua o el polvo o el barro en el agua tiende a caer y estancarse en el fondo, casi todas las cosas tienden a quedarse inmóviles, como que hay una tendencia aún en el ser humano al asentarse, asegurarse, acomodarse y ya estoy bien, ya encontré mi zona de confort como dicen hoy día. Pero en el cristianismo eso no existe, no existe tal de que haya un acomodamiento, una forma fácil de ser cristiano, de que ya yo llegué a la meta, y que ya soy cristiano perfecto, no hay tal, eso no existe en el cristianismo. El Señor Jesucristo nos lo va a decir muy claramente en el evangelio de hoy, unas palabras que nos sorprenden, oírlo hablar así nos deja más bien sorprendidos y tal vez hasta perplejos. Qué quiso decir, por qué habla de esa manera yo he venido a traer fuego a la tierra y lo que quiero es que arda, no. En otras palabras, mi palabra, mi mensaje, mi persona, mi propuesta religiosa, mi fe, la fe que yo propongo, el modo de vida que yo propongo es como un fuego, fuego que quema, ¿alguien se entretendría con fuego en sus manos?, aunque uno el fuego no lo aguanta, verdad, apenas, apenas lo toca ya inmediatamente lo daña, de manera que un fuego no lo deja a uno quieto, no puede dejarlo quieto, un poco eso es lo que quiere decir hoy, he venido a traer fuego, para qué, para que las cosas se muevan, para que las cosas se sacudan, para que las personas se pongan en marcha, para que todo se renueve, para que todo se transforme, así como el fuego todo lo quema y así como el fuego todo lo calienta, y así como el fuego todo lo ilumina, y como el fuego todo lo purifica, así igualmente es la Palabra del Señor para nosotros, así tiene que serlo. No algo que me aquiete y me tranquilice de conciencia y me haga sentir ya cómodo y que estoy bien, ¡no!. El Señor está hablando de un bautismo que tendrá que padecer y que está deseoso de que llegue, está ansioso de que llegue ese bautismo y ¿cuál es? La hora de su muerte, su pasión y su muerte. Habría que ver si alguno de nosotros, ustedes y yo, excluidos desde luego, estamos ansiosos de que llegue la hora de dar la vida por el Señor, o que llegue la hora de la muerte, ¡quién va a estar deseando de que llegue la muerte!, así no más no, ¿verdad?, al contrario, como que no queremos que nos hablen de eso. Jesucristo está deseoso de que se cumpla el momento para el cual el Padre le mandó. Jesucristo no ve la hora, está inquieto hasta que llegue el momento en que se cumpla plenamente la voluntad del Padre en él. Y eso se cumplirá con su pasión y su muerte.
Recuerden que estamos leyendo a San Lucas y San Lucas pone a Jesucristo en un solo viaje y en un solo camino hacia Jerusalén, y qué representa Jerusalén sino el lugar de su pasión y de su muerte y también desde luego de su resurrección, se puede decir. Pero Jesucristo está deseoso y él sabe que ha venido a inquietar a las personas y por eso dice qué piensan que he venido a traer la paz cuando siempre lo hemos oído decir que viene a traer la paz y que él es el príncipe de la paz y nos habla del perdón y de la misericordia y anuncia la paz una vez resucitado, en fin, es el príncipe de la paz, cómo es que ahora se atreve entonces a decir qué piensan que he venido a traer la paz a la tierra, no. Al contrario, he venido a traer la división, porque a causa mía estarán divididas las personas, no porque él quiere dividir a nadie, no porque él busca la división como un fin de su predicación o de su vida, no. Pero porque él sabe que cuando empecemos a tomar en serio su Palabra, tendremos problemas con todo mundo, incluso los mismos de la casa, incluso tus seres más queridos, podrás y de seguro entrarás en conflicto con ellos y con ellas. El padre estará contra el hijo y el hijo contra el padre, la hija contra la madre y la madre contra la hija, la suegra contra la suegra y la nuera contra la suegra, etcétera… Todos conocemos lo que nos dijo el Señor hoy.
¿Que está diciendo? en otras palabras, si mi propuesta de vida, si el proyecto del reino que yo vengo a predicar y que yo vengo a instaurar en la tierra te pone en conflicto aun con tus seres más queridos, ¡Bendito sea Dios! Bienvenido sea ese conflicto y tienes que estar preparado para el conflicto y tienes que estar preparado para el sufrimiento y tienes que estar preparado para la persecución. Por eso es que entendemos en este contexto la primera lectura de hoy, cuál es la primera lectura, del profeta Jeremías, en cuanto Jeremías ha sido echado en un pozo de lodo y quieren matarlo, lo que quieren es hacerlo morir de hambre, ese hombre merece matarlo, hay que matarlo, porque está desanimando los soldados, etcétera… predicando contra la ciudad, predicando contra el templo. ¡Claro! a Jeremías le tocó denunciar los pecados de su pueblo y anunciar la cautividad, quién lo iba a querer, quién lo iba a soportar… los principales del templo, y los principales de su pueblo no podían sino odiarlo y hay que ponerlo a muerte, sino murió es porque un señor ahí de la dependencia del rey, un extranjero, logró salvarle la vida. Porqué murió Isaías, ¿porque comía chocolates?, a no, no, no. No era porque comía chocolates, por eso no lo iban a poner a muerte, por qué ¿porque sonreía muy lindo y tenía dientes Colgate? no, no, no. Por eso no, no lo iban a poner a muerte. Lo iban a poner a muerte porque había denunciado los pecados de su pueblo y había tenido que anunciar qué es lo que quería Dios de ese pueblo y no lo que el pueblo estaba haciendo. Claro le tocó la persecución y le tocó casi, casi, la muerte por causa de aquella predicación. Entonces se comprende lo que dice Jesús. Jesús se va encaminando a Jerusalén, sabe que será apresado y sabe que será juzgado y que será condenado a muerte y que efectivamente morirá, y va encaminándose pues a ese bautismo del cual nos habla hoy en el evangelio.
Tenemos una consolación, tenemos una carta de consolación en la carta a los hebreos, de la segunda lectura de hoy. Piensen ustedes, dice el autor de la carta a los hebreos, en sus antepasados, para que no desanimen, para que no piensen que todo es oscuridad y que todo será solo persecución, piensen ustedes en los antepasados de ustedes que dieron la vida por su fe, ya lo había enumerado la carta a los hebreos abundantemente todos aquellos que dieron la vida por la fe, que por la fe fueron incluso aserrados, en fin, azotados, etcétera, etcétera y puestos a muerte; piensen en ellos, piensen sobretodo en Jesús que fue el primero en darnos el ejemplo, en que no tuvo miedo a la ignominia que se le presentaba por delante sino que siguió adelante con valentía y entregó su vida, piensen en él, dice el autor de la carta a los hebreos, para que no se desanimen, para que ustedes también estén dispuestos como él a dar la vida en el momento que él lo pida . Y hacia el final de la carta a los hebreos nos dice hoy, una frase muy interesante, que ojalá a todos nos haga pensar, que nos inquiete como fuego, dice el autor a la carta, recuerden que ustedes todavía no han derramado la sangre, a ustedes todavía no les ha tocado derramar la sangre, primero para que no piensen que ya llegaron, para que no piensen que son cristianos perfectos, ¡no! Estamos muy lejos de serlo, porque a ustedes y a mí, o por lo menos lo puedo decir por mí, yo no puedo decir que soy cristiano a pesar de que alguien me haya querido matar, porque nunca nadie que yo sepa me ha querido matar. Que me hayan odiado sí, yo creo que sí y muchos, pero que alguien me haya querido matar y me haya amenazado de muerte por la fe, que yo sepa, ¡nunca! ¡Ah!, ¿pero puedo yo decir que no llegará eso?, o ¿puedo yo decir que soy un buen cristiano porque vengo aquí a celebrarles la misa a ustedes y con ustedes y porque estoy aquí predicando o porque soy obispo?, ¿puedo decir que soy buen cristiano?, ¡qué voy a decir yo eso! si todavía no me ha tocado derramar la sangre, el día que me toque derramar la sangre entonces otros podrán decir, fue un buen cristiano.
Que nos quede eso como inquietud, aquí en Costa Rica vivimos, como ustedes saben, un cristianismo muy cómodo. Ustedes y yo venimos a esta misa aquí hoy y yo creo que nadie tiene temor de que entre un terrorista y que alguien estalle bombas aquí en el templo, esperemos que no verdad, pero es que en miles de países y miles de cristianos en el mundo para poder ser cristianos están exponiendo su vida, están arriesgando su vida para ir al templo, en cualquier momento entra un terrorista, entra uno con bombas, pues para matar a todo el que pueda. Eso no nos ha tocado a nosotros y Dios quiera que nunca nos toque, pero tampoco que nos durmamos en los laureles, que pensemos que ya así estamos bien, el cristianismo es una llamada a salir de nuestra comodidad y aceptar incluso las dificultades de la vida por amor al reino de Dios y para que efectivamente se cumpla su voluntad. Así sea.