Homilía IV Domingo de Adviento (Institución Lectorado)

Homilía pronunciada por: Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña (Río Claro, 18 de diciembre 2016).

Hermanos y hermanas muy cerca estamos ya, como ustedes lo saben, de la Navidad, es más, ya venimos viendo signos de ella afuera en la calle, en el comercio. Para el comercio la navidad ya empezó hace tres semanas o un mes, para nosotros la Iglesia no, todavía estamos en el adviento y estaremos en adviento hasta que empecemos las vísperas del veinticinco o sea el sábado por la tarde, todavía será adviento.

Estamos ya ciertamente en la octava de la navidad, a partir de ayer diecisiete de diciembre empezamos la octava de la navidad. Es un tiempo que la Iglesia quiere que tengamos una preparación inmediata a la navidad, cierto que seguimos en el adviento, se sigue todavía con el color morado como ven, pero ya la Iglesia quiere que sintamos más de cerca la Navidad y que nos preparemos más debidamente para ella.

En la mejor preparación para la Navidad está tratar de entender lo que celebramos, qué es lo que se celebra, por qué tanta fiesta, por qué tanto árbol, por qué tanta luz, por qué tantos portales, por qué tanta cosa… Qué es lo que se celebra. Y aquí en buena parte está el gran problema de nosotros los cristianos, los católicos: mucha celebración, mucha cosa, mucha fiesta, muchos árboles, muchas tarjetas, mucho licor y mucha comedera y muchos dulces y mucho todo y se nos olvida hasta qué es lo que estamos celebrando. Porque a más de un cristiano le preguntarán y ¿qué es lo que estamos celebrando?… Ah pues yo no sé, la Navidad. Y qué otra cosa va a decir: la navidad, es lo único que sabemos… ¿Qué es lo que eso se significa? ¿Cuál es el gran misterio de nuestra fe que estamos celebrando?, ni más ni menos que el fundamento de toda nuestra fe cristiana. Nosotros somos cristianos porque creemos en Jesucristo y si creemos en Jesucristo, es que hemos creído en la encarnación del Hijo de Dios. En que Dios en la segunda persona de la Santísima Trinidad se hizo uno de nosotros, tomó nuestra carne, fue un ser humano y plenamente humano, aunque no solamente humano sabemos que es también divino, que él es al mismo tiempo Dios y hombre.

Ah pero eso es muy bonito decirlo y eso es muy fácil y yo lo digo muy fácil y ustedes ni se preocupan porque eso lo han oído de toda una vida y uno está acostumbrado a oírlo. La encarnación del Hijo de Dios, ¡pues sí!, que Dios se hizo hombre, como si estuviéramos diciendo cosas pequeñas, ¡no! Como si estuviéramos diciendo que hoy salió el sol en la mañana, no, no, no. Es una cosa extraordinaria, es una cosa muy novedosa, es una cosa nunca vista, es un fenómeno extraordinario, que la inmensa mayoría de la humanidad de hoy y de siglos pasados no ha podido aceptar, no se ha podido tragar esa verdad, que nosotros la creemos definitivamente: la encarnación. Para la inmensa mayoría de los seres humanos, de la humanidad de hoy como de siglos anteriores ¡absolutamente imposible!, Dios no se podía haber hecho hombre, ¡jamás!, Dios no podía rebajarse a ser como uno de nosotros y a ser uno de nosotros, ¡jamás!, eso es degradar a Dios, eso es quitarle importancia a Dios, es ofensivo, es degradante para algunas religiones oír hablar de la encarnación. Pero el problema no es que no la crean miles y miles de millones, y billones de seres humanos sobre la tierra, ese no es tanto el problema, el problema es si los cristianos la creemos. El problema es si nosotros entendemos de qué se trata, porque primeramente de todo es un misterio. ¿Cómo que Dios hecho hombre?, cómo, ¿cómo iba Dios a tomar Dios una carne?, y ese ser humano que nació Jesús de Nazareth iba a ser al mismo tiempo Dios y hombre, cómo. Parece una cosa imposible, parece una contradicción, no se puede. Y pensar que aquel ser humano que nació de las entrañas de la Virgen María, no es simplemente un ser humano, sino que es el Mesías el Dios hecho hombre. Si nosotros no tenemos hoy día dificultad con eso es que: o tenemos una fe enorme como la de José que aparece hoy en el evangelio o es que no entendemos ni papa de qué se trata, que a mí igual me dirían que Dios se encarnó, igual me dirían que hoy es de día y en fin, y que hoy en la noche se va a oscurecer, la misma cosa. No me deja completamente indiferente. Tanto así no les digo que un montón de otras religiones no creen en la encarnación y para ellos no es ningún problema, ellos van adelante lo más tranquilos, pero esta fue la gran revelación de Dios, esta es la gran novedad de toda la historia, esta es la más extraordinaria verdad que fundamenta nuestra propia fe cristiana.

Hermanos en este gran drama del nacimiento de Dios entre nosotros, juegan un papel importante ciertas personas que la Iglesia nos ha venido presentando en estos días y que quiere que nosotros las miremos y reflexionemos en ellos, porque son demasiado importantes para nosotros. La primera que la Iglesia nos presenta es la figura de Juan el Bautista y ustedes ya vieron cómo en los domingos pasados era la figura de Juan, el gran Juan el Bautista el que aparecía como figura principal. Ahora es quién, esta semana… José, es José el que aparece como aquella gran figura que jugó en el nombre de Dios un papel extraordinario para que la encarnación se pudiera realizar. Ya vamos a ver un poquito esa grandeza de José. Aparecerá en estos días siguientes, en torno ya a la Navidad, la figura de quién, de María, aparecerá la otra figura del adviento. Juan el Bautista, José y María. Y claro finalmente las cámaras se enfocarán sobre quién, sobre Jesús, claro. Pero él no es un personaje más del adviento, él es el Mesías como tal. Eso es importante recordarlo cómo Dios actuó a través de seres humanos, cómo Dios quiso nacer del vientre de una mujer, es que nosotros podríamos todavía, bueno… bueno está bien yo acepto que Dios se haya hecho hombre, pero ¿por qué tenía que nacer de una mujer?, ¿por qué tenía que nacer niño?, ¿no podía haber caído aquí a la tierra ya como hombre, maduro?, todo esto es parte de este gran misterio de Encarnación y el papel que han jugado estas gentes no es menor.

Vean que muchas veces llegan a nosotros ecos de otras iglesias no católicas y de las cuales tenemos muchas por aquí que andan diciendo: ¿yo, confesarme con un sacerdote?, ¡jamás!, él es un ser humano igual que yo, ¿cómo voy a confesar yo mis pecados a un ser humano igual que yo?, ¡qué ignorancia más grande!, no se dan cuenta que a través de toda la historia de la salvación Dios ha usado ¿qué?, seres humanos para revelarse, Dios usó seres humanos para revelar su Palabra. Las Escrituras no fueron escritas por ningún ángel, ni fueron escritas en ninguna nube, ni en ningún otro planeta. Las Sagradas Escrituras fueron escritas en esta tierra ¿por quiénes?, por seres humanos. Y cuando Dios quiso salvar a su pueblo, ¿a quién utilizó?, utilizó a Moisés, a Aarón, a Josué, y ¿qué?, ¿eran Dioses?, ¡no!, seres humanos, Dios toda la vida ha comunicado su salvación y ha querido revelarse a nosotros a través de simples seres humanos, sí, pero escogidos por él para una determinada tarea, para una determinada misión.

¿Qué papel juega José? En el evangelio de hoy nos lo describe muy bonito, dejamos un poquito de lado la primera lectura que es de Isaías, importantísima, pero es aquella gran profecía de que una Virgen daría a luz un hijo y que le llamarían Jesús y que él salvaría a todos los pueblos, etcétera, la profecía de Isaías. Para pasar al evangelio, resulta que José está desposado con María, no vivían juntos eso lo dice claramente hoy San Mateo, antes de vivir juntos pero ya desposados, es decir que ya estaban comprometidos… Hoy día no, hoy día las parejas viven juntos antes de comprometerse verdad, antes de comprometerse se comen el tamal, claro… En un cristiano eso no existe, primero hay un compromiso, después viene lo demás y puedes tener relaciones y lo que quieras, no antes. Pues José se enteró de que María iba a tener un hijo y claro empezó a conturbarse, empezó… empezaron sus dudas, claro. De qué dudaba… ¿de la honestidad de María?, ¿dudaba de que le hubiera sido infiel?, todo parecía indicar que sí… Humanamente hablando no podía haber pensado otra cosa, ¡esta mujer me fue infiel…! Claro el camino que tenía él era denunciarla ante la ley, porque a toda mujer adúltera, toda mujer infiel, había que apedrearla, tenía que morir apedreada y sin embargo José hizo silencio, no quiso denunciarla, sino que la abandonó en secreto. Sí, pero la abandonó con sus dudas, dos posibilidades: la duda de que por qué iba a tener un hijo sino había tenido relaciones con él, quiere decir que le fue infiel, o la duda de qué hacía él ante grande misterio, tan grande misterio y qué papel tengo yo que jugar aquí, ninguno, yo me retiro, yo me hago aparte, yo me retiro. Las dos cosas son posibles, José tenía dudas y nosotros no lo vamos a juzgar mal porque tuviera dudas. Después se le aparece un ángel o en sueños él escucha la voz que le dice: no temas José, no dudes, llévate a esa mujer a tu casa como esposa, porque lo que de ella nacerá es del Espíritu Santo… ¡Mayor consuelo!, ¿no es cierto…? Bonito consuelo… Alguno de ustedes aquí señores, la esposa les dice o su novia, que va a tener un chiquito del Espíritu Santo ¿le creerían?, sí,… Sí, claro que sí, cómo no. No te preocupes es del Espíritu Santo, sí, claro que sí, cómo no, ¿o sí?, ¡Jamás! qué explicación era esa, qué podía entender José, lo único que podía entender y lo único que entendió es que no hay nada imposible para Dios, es que lo que Dios dice es verdad y se acabó y no queda más que obedecerlo. Y José que podría haberse no solamente retirado, o en silencio, si no denunciado a María y en cierta forma echado a perder el plan de Dios, sin embargo aquél hombre aceptó la Palabra de Dios y creyó en lo que Dios le decía, en esto parecidísimo ¿a quién?, a María, a quien el ángel le había anunciado que iba a ser Madre y ella terminó diciendo sin entender mayor cosa, hágase en mí según tu Palabra, aquí está tu sierva, hágase en mí según tu Palabra.

Hermanos y hermanas la navidad es un misterio muy grande, tenemos que disponernos estos días lo mejor posible, no nos distraigamos demasiado con tamales y con fiestas y con guaro mucho menos y con quién sabe cuántas cosas más todo está muy bonito, pero no nos olvidemos de lo principal, del gran misterio que estamos celebrando. La primera obligación de ustedes y mía y nuestra como cristianos es ponernos a leer estos textos y a meterles cabeza y a estudiarlos y leerlos y releerlos y a meditarlos y a orarlos, para que el misterio de la encarnación del Hijo de Dios vaya penetrando en nosotros y nosotros nos vayamos convenciendo cada día más del amor infinito de Dios para con nosotros y de la grandeza de que él se haya hecho un ser humano. Esto ha cambiado la historia de la humanidad, esto ha cambiado la historia de las religiones y esto ha cambiado también la vida personal de nosotros que estamos hoy aquí.

Una palabrita sobre estos dos individuos, verdad, que hoy van a echarse la soga al cuello, que estos dos individuos que hoy se van a comprometer como lectores, también ellos han empezado a escuchar la voz de Dios, también ellos como José han empezado a descubrir que hay una voz ahí que les llama, una voz misteriosa y que quiere asociarlos a la tarea de llevarle a él, de llevar su nombre, de celebrar sus misterios en su nombre, etcétera, y se preparan para el sacerdocio. Pues qué más que pedir al Señor por ellos para que esto que van a hacer hoy, este lectorado que hoy reciben lo vivan de manera profunda y plena y que sigan dando los nuevos pasos. Este es un paso hacia el acolitado, el acolitado es un paso hacia el diaconado, como el caso de nuestro Jesús aquí que es diácono ya, bueno pues, vamos paso a paso, descubriendo la voluntad de Dios y aceptando un llamado del cual nosotros somos absolutamente indignos, pero nos disponemos con todo el corazón a servir a Dios, a servir a su plan, a servir a su Reino. Pidamos por ellos y que el Señor les bendiga hoy y siempre. Así sea.

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