Homilía de la Vigilia Pascual, Pejibaye

        Pronunciada por: Pbro. Elí Quirós López

        Mis queridos hermanos

        Envío un saludo a quienes por Radio Sinaí se unen con nosotros en esta transmisión, y como lo hice ayer, mi pensamiento va a tantos enfermos, a tanta gente postrada en una cama de hospital y también hasta las celdas de las cárceles; a ustedes, también ahí en medio del dolor y la tristeza que pueden experimentar, nosotros desde acá, celebrando junto con ustedes, nos unimos y vivimos esta luz que produce Cristo Resucitado.

        La primera lectura dice algo hermosísimo, es la creación del universo, nuestra creación, y en esa creación descubrimos dos cosas: primero, el poder de Dios y dijo Dios… hizo Dios… y vio Dios que era bueno; nosotros hoy hermanos en esta noche santa, en esta noche hermosa deberíamos de descubrir cómo todo lo que está a nuestro alrededor (en donde también nosotros contamos), todo, ha sido creado por Dios; pero será el uso adecuado de estas cosas, lo que nos hará acercarnos al Dios de la Vida, al Dios que nos redime, al Dios creador, al Dios omnipotente o más bien rechazar su nombre, la primera lectura será un ir descubriendo, cuánto amor ha tenido Dios para con nosotros desde la creación; y para nosotros un poder regresar al inicio de nuestra vida para poder releerla a la luz de esta noche, no con prepotencia; sino de aquel que se reconoce sencillo porque es creatura.

        La segunda lectura es una página hermosa, que nos presenta un modelo de lo que tiene que ser un cristiano, aquel que tiene fe, pero que tiene fe siempre, de aquél que se mantiene con la fe puesta en Dios incluso en los momentos más difíciles de la vida. Me preocupa cuando los católicos no somos constantes, empezando por mí, me preocupa cuando exigimos pero no queremos dar nada, me preocupa cuando le pedimos a Dios me responda y queremos que sea el Dios inmediato, el Dios “alcahueta” que me tiene que conceder cualquier “berrinche”; y no hermanos, en la segunda lectura hemos escuchado que Dios le pide a Abraham algo que no es sencillo, es algo bien duro, es sacrificar a su único hijo, al hijo de la promesa, es Dios que da y luego parece que quita, y este hombre sigue creyendo, se pone en camino hacia el monte de Moria. Incluso, su hijo le dice llevamos todo para el sacrificio pero no llevamos el cordero, ¡que duras palabras! Porque él sabía que iba a sacrificar a su hijo; pero le dice Dios proveerá, esta es la fe y ésta la actitud que deberíamos ejecutar en nuestra vida y no la del reclamo y prepotencia de exigirle a Dios y a la Iglesia, sino de ver la misericordia de cómo Dios nos sostiene y la capacidad que tiene de escribir en renglones torcidos.

        La tercera lectura, tomada del libro del Éxodo, es una lectura que nos hace pensar de manera extraordinaria en esta noche, cómo Dios acompaña a pueblo que no ha sido fiel, a un pueblo que ha fallado montones de veces, sin embargo, Dios se mantiene fiel; y este pueblo experimenta en su propia historia una situación límite, lo persiguen, lo van a matar, lo van a destruir, sus enemigos están al acecho, y cuando llegan ante una muralla, un obstáculo imposible de atravesar como era el mar, Dios que está siempre a favor de nosotros abre el mar y su pueblo pasa, no sólo Dios libera así a su pueblo, sino que este mismo medio de liberación se convierte en sepultura de los enemigos. Hoy, vamos a vivir este acontecimiento, la Iglesia siempre ha utilizado el agua para comprender este paso de la vida y de la muerte, de la muerte al pecado y de la vida en Dios. Por eso hermanos, el bautismo no es un juego, nuestro bautismo no es un juego, es este compromiso de recordar que Dios quiere darme vida; una vida que yo tengo que vivir y comprometerme en mi vida hacer realidad esta página, Dios que me ha sacado de la muerte y me ha dado la Vida.

        La cuarta lectura, del profeta Isaías, es hermosa, hay una frase que impacta te escondí un instante mi rostro y con misericordia eterna te quiero, nuestro pecado eso es lo que provoca, no es que Dios se esconda es que yo me le oculto, y cuando eso sucede Dios con misericordia eterna nos ama; qué hermoso en este año de la misericordia poder descubrir al Dios que no mira nuestro pecado para condenar, sino que mira nuestro pecado para la posibilidad de salvar, de limpiarnos, de redimirnos. Esta lectura utiliza la imagen del desposorio, y la Iglesia ha utilizado esta imagen para referirse a la Iglesia con Cristo, Iglesia esposa de Cristo esposo; nosotros releyendo este texto con la reflexión de la Iglesia vemos como ya no nos van a tratar de zarandeados, afligidos y desconsolados… ahora somos los predilectos de Dios; pero esto también tenemos que vivirlo, no es simplemente decir me escondo, es abrirse a la misericordia pues ante una oferta de esta magnitud no podemos nosotros acallar y dejar pasar esta gracia en vano.

        La quinta lectura nos recuerda por medio del profeta Isaías lo que Dios hace con nosotros… existe la tentación de preguntarnos ¿luego de esta elección, luego del bautismo, luego de la misa de hoy qué pasa? ¿qué pasa después de esta Vigilia? Dice el texto como baja la lluvia y la nieve y no vuelve sino luego de empapar la tierra, de fecundar y hacerla germinar, para que dé semilla y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo. La Palabra va a actuar en la vida de nosotros, la Palabra va a realizar su voluntad y cumplir su encargo, la Palabra no volverá a Él vacía sino después de traer gracia a nuestro corazón, pero tenemos que abrir el corazón a Dios, tenemos que dejar que esa Palabra nos diga qué tenemos que cambiar, qué tenemos que hacer y transformar… ahí el compromiso. No podemos venir a la Vigilia bautizarnos e irnos, no podemos ser católicos de Sábado Santo nada más, tenemos que dejar que la Palabra de Dios domingo a domingo celebrando la resurrección de Cristo, transforme nuestra vida, tenemos que llevar esa Palabra a nuestro hogar, tenemos que llevar esa Palabra a la oración diaria… la Palabra va a realizar su obra en nosotros pero hermanos tenemos que abrirle el corazón a esa Palabra.

        La lectura de Baruc nos hace meditar en una serie de preguntas ¿qué pasa si Dios no está en la vida de nosotros? ¿qué pasa si dejo que sean otras cosas y no los dones de Dios: prudencia, sabiduría, esa larga vida que Dios quiere ofrecer, el santo temor de Dios? ¿ qué pasa si yo no dejo que estos sean los elementos que constantemente me ayuden a escrutar mi vida y preguntarme si estoy siendo fiel a Dios? ¿qué pasa si yo dejo que sean no los criterios de Dios sino los del mundo los que empiecen a regir mi vida? Tengo que aprender a comprender la voluntad de Dios, por eso no puede ser sólo escuchar la Palabra sino tengo que dejar que esa Palabra cuestione mi vida y a partir de ahí yo pueda responderle a Él.

        La última lectura del Antiguo Testamento, del profeta Ezequiel, descubrimos lo que Dios quiere hacer por nosotros: derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará y nos va a purificar de las inmundicias e idolatrías dice el texto, os infundiré un corazón nuevo y os daré un espíritu nuevo, y os arrancaré de vuestra carne ese corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Suena muy lindo hermanos, pero permitirle a Dios arrancar de nuestra vida lo que está mal y poner en nosotros lo que es su voluntad no es sencillo, no es fácil, implica morir contantemente. Pero qué hermoso el salmo como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti Dios mío, que ésta sea nuestra actitud: buscar a Dios, ya Él hará con nosotros lo que tenga que hacer. Porque esta lectura contiene un amor impresionante ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios; esta es la relación que Dios quiere hacer con nosotros, pero permitámosle hacer a Dios esta relación. A los hombres los engañamos, a Dios no.

        La lectura de San Pablo a los Romanos nos recuerda lo que es el bautismo, el bautismo no es un poco de agua en la cabeza, un rito que cumplir o estar inscrito en un libro parroquial, es un sacramento; por el bautismo hemos sido incorporados a Cristo con su muerte, fuimos sepultados con Él, y vivimos con Él, resucitamos con Él. Somos partícipes de la gloria del Padre, se nos abren las puertas de la misericordia de Dios, eso es el bautismo. Y esto no se entiende en un curo (como decían antes) o en una catequesis, esto se tiene que vivir, se tiene que hacer experiencia, se tiene que llevar a la oración y a la vida comunitaria de la Iglesia; por eso les recuerdo a quienes van a bautizar, esto es un compromiso con Dios, compromiso que tenemos todos los bautizados.

        Y hermanos, en el Evangelio lo que encontramos es una página bella, unas mujeres que van al sepulcro, se dan cuenta de la noticia del resucitado porque no lo encuentran y van presurosas a contarle a los discípulos, aunque no le hacen mucho caso y las tratan de locas porque estaban en un delirio, lo anuncian, lo gritan, lo proclaman; y a pesar de que no le creen mucho, Pedro va hasta el sepulcro. Esto es lo que tenemos que hacer, todo este recorrido por la Historia de Salvación no ha sido simplemente para tener una misa larga, es para ir afuera, es para ir a la casa, al trabajo, a los amigos y anunciarles a Cristo; nos escuchen o no, nos crean o no. Papás y padrinos, ustedes tienen que anunciar a Cristo, por eso tienen que tener a Cristo primero, de lo contrario no pueden anunciar. Primero abramos el corazón a esta Historia de Salvación para luego proclamarlo, y esto es el Plan de Evangelización de la Diócesis, esto es lo que quiere el papa una Iglesia en salida que va a las periferias, y esto es lo que quiere Dios, es lo que quiere Jesús de cada uno de nosotros.

        Pidámosle al Señor que en esta Vigilia, podamos encontrarnos con este Cristo Resucitado para proclamarlo.

        Así sea.

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