Homilía Solemnidad Santa María Madre de Dios

Homilía pronunciada por: Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña.

Hermanos y hermanas, hoy que empezamos un año nuevo que, como fiesta civil pues no significa mayor cosa, para nosotros los cristianos es un día más, es un día como todos, no tiene nada especial, simplemente cambia el calendario, en fin cambia el horario nada más, pero la Iglesia lo aprovecha en dos maneras: quiere primeramente que no dejemos pasar de vista el hecho de que es un año nuevo y por qué no alimentar en nosotros, sobre todo después de haber celebrado toda la belleza de la navidad, por qué no alimentar en nosotros buenos deseos y buenos propósitos para empezar un año nuevo. Por ahí el dicho dice año nuevo, vida nueva, ¿no es cierto?, año nuevo, vida nueva, por qué no aprovechar esas buenas intenciones y esos buenos deseos de manera que el comienzo de un año civil, aunque no signifique nada religiosamente pero que, nos sirva para empezar una vida nueva y siempre hay manera de empezar algo nuevo en nuestra vida. También lo aprovecha la Iglesia en el sentido de ponernos a la Virgen Santísima como centro de esta celebración, el centro es el Señor, ¡está claro!, pero eso nos pone a la Virgen María como fruto purísimo y santísimo de toda esta humanidad a la cual Jesucristo redimió y se nos pide orar por la paz; no solamente porque María es la Reina de la Paz, sino también porque el gran mensaje de la navidad es el mensaje de la paz, gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a todos aquellos hombres o mujeres de buena voluntad. Entonces la Iglesia quiere que hoy tomemos muy en cuenta la persona de la Virgen María para empezar a caminar en este año nuevo.

Las lecturas de hoy se encargan de decirnos cómo conviene empezar un año nuevo, todos nosotros nos estamos preguntando ¿cómo quisiera yo vivir este año nuevo?, ¿cómo quisiera vivirlo de la mejor manera posible? Seguramente todos nos estaremos haciendo esa pregunta.

Pues la Iglesia nos pone unas lecturas que nos ayudan a responder a esa pregunta, para que empecemos el año nuevo con nuevo entusiasmo, con nuevo vigor. En primer lugar nos trae la bendición del Libro de los Números, bendición que Aarón debía dar a los hijos de Israel. Cómo debía Aarón bendecir a los hijos de Israel en el nombre de Dios y esa bendición es sumamente bella, ojalá que la tengamos muy en cuenta porque esos son secretos para vivir el año nuevo. La bendición significa gozar del favor de Dios, la bendición significa estar en paz con Dios, la bendición significa caminar según Dios y ¿qué dice la bendición?: de esta manera bendecirás a los israelitas, el Señor te bendiga y te proteja. Es decir, el gran deseo que Dios tiene de que todo el año lo pasemos bajo su protección, de que todo el año vivamos recibiendo sus bendiciones, el Señor te bendiga y te proteja, simplemente tenemos que recordar que esto no sucede mecánicamente, que Dios no bendice a nadie solamente porque quiere bendecirlo aún en contra de su voluntad, ¡no! Tenemos que querer nosotros ser bendecidos, tenemos que querer nosotros acercarnos a Dios, tenemos que querer nosotros ponernos bajo su mirada y bajo su protección y tenemos que estar dispuestos a caminar según su voluntad, de allí viene la bendición. Cuando yo voy a bendecir una casa yo les digo a las personas de esa casa o a los que están presentes, no es el agua lo que bendice esa casa, a esa casa se le puede echar toda el agua que usted quiera, un estañón de agua bendita y puede bendecirla cien veces o mil veces, esa casa no estará bendecida hasta tanto las personas que viven allí no quieran vivir como verdaderos hijos de Dios, e hijas de Dios. La bendición de la casa no viene por el agua que se le eche encima. La bendición de la casa viene por la disposición del corazón de esas personas que quieren vivir en esa casa según la voluntad de Dios.

Por tanto, este que el Señor te bendiga y te proteja se va a hacer real en nuestra vida si nosotros ponemos de nuestra parte, si queremos caminar según él, si queremos estar a su lado y gozar de su favor cumpliendo su voluntad. ¿Qué más dice la bendición? que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor, que Dios te mire, cuánto quisiéramos que Dios nos mire y que nos mire bien, ¡no!… podría ser que Dios nos mire pero severamente, de una manera incluso hasta condenatoria por nuestra mala vida, pero ¡cuánto quisiéramos que Dios nos mire con ojos de misericordia!, el Señor tenga misericordia de ti, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor, es decir, te conceda su bendición. Y la tercera dice que el Señor te mire con benevolencia y te conceda su paz. Las tres coinciden mucho, las tres son tres formas de decir casi, casi lo mismo. ¿Qué dice la bendición?, que el Señor esté contigo, que el Señor te proteja, que el Señor te muestre su rostro, es decir, se te dé a conocer, que el Señor te mire benignamente, te dé su bendición y te conceda su paz. Ahí está, ahí está la bendición que todos quisiéramos para este año. Y la vamos a tener, la vamos a tener en la medida que la busquemos, si buscamos a Dios, si queremos estar con él y vivir como él lo manda, si queremos ser verdaderamente sus hijos e hijas, la bendición estará con nosotros de seguro, de seguro.

Nos dice hoy también en la lectura segunda, el apóstol San Pablo a los gálatas, que nos habla pues de la llegada de la plenitud de los tiempos y cómo Dios manda a su Hijo a nosotros, nacido de una mujer, otra vez la alusión a la mujer, no menciona el nombre de María, pero es evidente que es nacido de una mujer, nacido bajo la ley para rescatarnos a los que estábamos bajo el dominio de la ley. Dios ha mandado a su Hijo al mundo para liberarnos de la esclavitud del pecado, para liberarnos de la esclavitud de la ley, así lo dice San Pablo. Y para que podamos, dice, llegar a ser hijos de Dios, a fin de hacernos hijos suyos. Quiere decir que el año nuevo lo debiéramos vivir como verdaderos hijos e hijas de Dios, para lo cual hay que sentir la protección de ese Padre que es efectivamente nuestro padre y sólo considerándolo como padre, voy a considerar a mis hermanos como verdaderos hermanos y hermanas y voy a vivir en fraternidad.

San Pablo dice algo muy bonito a los gálatas hoy, puesto que somos hijos de Dios, Dios nos envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama dentro de nosotros ¡Abba! que quiere decir ¡Padre! O sea, cómo mejor queremos vivir el año nuevo sabiendo que como hijos de Dios ha enviado a nosotros su Espíritu y ese Espíritu es el que dentro de nosotros pronuncia la palabra ¡Abba Padre!, para que seamos, nos sintamos y seamos hijos de Dios.

Y en el evangelio nos presenta a la figura, las tres figuras de la Sagrada Familia, los pastores van en busca del Niño tal como se los había dicho el Ángel, van y los encuentran allá y al Niño recostado en un pesebre y empiezan a narrarles todo lo que han oído del Niño, o sea lo que les dijo el ángel y ellos simplemente escuchan admirados y dice que María guardaba estas cosas en su corazón; lo que quiere la Iglesia es presentarnos la figura de la Sagrada Familia, que la Sagrada Familia quede con nosotros, que queramos vivir el año bajo su protección. Que Jesús, María y José nos acompañen durante todo el año, puesto que ellos nos van a enseñar a vivir como hijos e hijas de Dios. Ellos son quienes en primer lugar cumplieron perfectamente la voluntad de Dios. Ellos fueron los que heredaron la gran bendición y los que nos van a heredar a nosotros la gran bendición si nosotros vivimos imitándoles a ellos.

La Jornada de la Paz nos recuerda que este año nuevo debiera ser un año consagrado a la paz, que nosotros debiéramos vivir todo el año bajo el lema de la paz, que debiéramos pedir intensamente la paz que tanto necesitamos, que tanto necesitan nuestros corazones, necesitan nuestras familias, necesita nuestra sociedad y nuestro mundo; pero de nuevo la paz no es un regalo que viene de Dios, ¡sí, en primer lugar es eso!, pero es algo que también nosotros tenemos que construir; no esperemos que venga la paz, no esperemos que la paz caiga del cielo, viene de Dios y él la da, pero ¿a quiénes da su paz?, a los que desean vivir en paz, a los que desean hacer la paz. Las bienaventuranzas llaman bienaventurados no a los que gustan de la paz, no a los que la aman, no a los que la piden, llama bienaventurados a los que trabajan por la paz, trabajar por la paz. De manera que el día que nosotros nos comprometamos a construir esa paz, a construir mejores relaciones humanas, a construir mejores comunidades, a construir mejores familias, a vivir en armonía, en respeto, en solidaridad, etcétera, ese día vendrá la paz a nuestros corazones y también a nuestra sociedad.

Vamos a pedirle al Señor que este año comience y termine bajo su bendición y que nosotros podamos vivir como nos lo ha enseñado en la Sagrada Familia. Así sea.

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