Este lunes 19 de septiembre dio inicio la Semana de Reflexión Teológica para el clero de la Diócesis de San Isidro, el tema que se desarrollará en esta ocasión es “Una Iglesia en Salida”, y tendrá por objetivo brindar al presbiterio un espacio de reflexión teológica en cuanto a la salida misionera como renovación eclesial propuesta en nuestro Plan Diocesano de Evangelización. Ante esto, Mons. Montero recordó que “es muy importante esta reflexión porque es nuestra, por eso debemos estudiar el Plan más a profundidad, para el bien de la acción que estamos desarrollando”.
La primera sesión de trabajó abarcó la mirada al pasado, el Padre Elí Quirós quien moderó el panel inicial indicó “con gran alegría hoy deberíamos acercarnos con un corazón sencillo pero ante todo agradecido, a descubrir los esfuerzos heroicos de una respuesta humana ante la iniciativa divina del Dios que ha acompañado, promovido y dirigido tantos esfuerzos y procesos. Si de algo estoy convencido, es que cada persona, ha intentado dar lo mejor de sí mismo en un tiempo particular y ante los propios retos existentes; mirar el pasado, no será para juzgarlo con criterios actuales, sino para convencernos que el Dios que estuvo haciendo fértil aquellas entregas, hoy sigue con nosotros”.
Mons. Barrantes, obispo emérito de San José y nativo de San Isidro de El General, hizo un recorrido histórico por la evangelización del Sur, realidad marcada por el espíritu misionero y religioso, en su ponencia dijo “nuestra tierra es evangelizada por los Fransciscanos Observantes, los Recoletos, los Paulinos alemanes y los Franciscanos Conventuales; los primeros en las regiones de Quepos y Boruca, donde incluso se registra cómo Fray Juan Pizarro en enero de 1581 muere ahorcado, desconociéndose aún con exactitud las circunstancias, y en Térraba la presencia de los Recoletos”. Precisó el emérito de San José, cómo ante el cierre de la presencia religiosa en Guatemala, es abandonada la misión en Costa Rica, y será el obispo de Alajuela quien envía Capuchinos a la región posteriormente.
Los Observantes se caracterizaron por “ser administradores de los sacramentos, enseñar la doctrina, inculcar la devoción a los santos y a la Virgen, además de las cofradías vinculadas al servicio de la piedad con marcado elemento laical y comunitario”, indicó Mons. Barrantes. Luego de este gran aporte, la historia registra cincuenta años de un vació misional, hasta el punto que Mons. Sanabria como historiador dirá que “el tico no sirve para ser misionero”; pero fue el tiempo de las grandes misiones de Mons. Thiel quien según Mons. Barrantes “se considera padre de la presencia de la Iglesia Católica en el sur del país con sus cuatro viajes de 1881 a 1892.”
Para Mons. Barrantes, “los padres paulinos que estuvieron de 1899 a 1949 se caracterizaron por ser hombres de grandes cualidades espirituales morales y físicas, de caridad extraordinaria y voluntad de acero con temple de San Pablo”, al paso que recordó sus grandes hazañas que se podrían resumir en “largas travesías de horas a caballo y durmiendo entre montañas para las periódicas visitas de las comunidades, catequesis para niños y adultos, vida de sacramentos, grandes constructores, cercanos al pueblo e identificados con las preocupaciones socioeconómicas de los pobladores”.
También se refirió a los Conventuales enviados por Mons. Solís en 1946 al sur del país, a las regiones de Cortés y San Vito; los cuales tuvieron la difícil misión de evangelizar estos territorios tan duros a causa de ser tierras de conquista habitada en algunos casos por hombres sin familia y con la realidad de la bananera; estos frailes se caracterizaron por “ofrecer visitas periódicas, ser hombres cercanos, solidarios y llenos de alegría”.
Terminó su exposición recordando el lema de Mons. Delfín Quesada, primer obispo diocesano, “Él mismo dará la fuerza”; ante esto, puntualizó y entresacó como esencial: “el ardor misionero que sigue dando confianza y esperanza, el protagonismo de los laicos que hace no arrancar de cero con una diócesis, y la cercanía de clero a su pueblo y solidario entre sí”.
En una segunda intervención, el Pbro. Julio Rodríguez, quien fuera vicario de pastoral diocesana algunos años, comentó la misión desarrollada por los laicos durante ese proceso paulatino de configuración diocesana en los episcopados de Mons. Quesada y Mons. Trejos; al respecto señalo que los laicos “aportaban en las juntas edificadoras que tenían como objetivo lograr el dinero, construir los templos y darles el debido mantenimiento; otro servicio era el de mayordomo que se enfocaba en el culto sagrado”.
En cuanto a los grupos apostólicos, el Padre Julio señaló el aporte laical tan marcado de aquellos años del primer episcopado, empezando su recorrido por “la Legión de María en Los Santos por el año 1966 que tuvo un gran aporte con la evangelización de los hogares y la catequesis ofrecida por Radio Sinaí a cargo en sus inicios por el Padre Gonzalo Jiménez”.
Ya en tiempos de Mons. Trejos, recordó el cura Rodríguez en su exposición “el fortalecimiento de los delegados de la Palabra, experiencia que inició en 1974 y que según los mismos escritos del Padre Coto se hablaba de más de 600 delegados, esta experiencia sirvió para que toda comunidad tuviera la celebración dominical, la cual tiene los elementos esenciales como lo es la oración, la Palabra, la comunidad y la comunión”. También hizo énfasis en “el fortalecimiento de la catequesis con los 8 niveles, el inicio del Camino Neocatecumental en 1976 quienes trabajan por la evangelización, la Renovación Carismática en el mismo año para fortalecer la alegría y la oración, la Pastoral Juvenil se fortalece con los Salesianos en 1993, la Pastoral familiar que ha hecho tanto bien a la familia y la Promoción Cristiana con los retiros espirituales; esta última experiencia fundación del mismo Mons. Trejos, acción orientada a jóvenes y adultos”.
El tercer expositor de la tarde fue Mons. Guillermo Loría Garita, realizó una lectura sociológica sobre la realidad que enfrentó en la Diócesis de San Isidro durante su episcopado y la respuesta evangelizadora que estas realidades demanda; partió del hecho que fue un trabajo compartido y realizado por todos y no sólo de él como obispo, indicó que luego de conocer la diócesis por medio de las visitas pastorales y el diagnóstico que se estaba realizando a su llegada, pudo constatar tres zonas, para él definidas en: Los Santos, Pérez Zeledón y el Sur del país.
Durante su exposición, señaló que el Los Santos encontró “una región con semejanzas en lo social a San José y Cartago, con centros educativos, tierra excelente para el cultivo de café y aguacate, población de clase media, región de cooperativas, con desarrollo comercial y turístico; pero con problemáticas como la migración a los Estados Unidos, la droga, el suicidio y la inmigración de nicaragüenses e indígenas sobre todo en temporada de café”. De frente a la zona de Pérez Zeledón indicó “ser un cantón que cuenta con los medios para el desarrollo, la mayoría de su población de clase media pero con presencia de terratenientes y otras familias muy pobres, presencia de pequeños productores y campesinos con grandes problemas de comercio y desarrollo como el caso de los frijoleros, región de familias que han logrado su casa debido a remesas de familiares que laboran en el norte; pero tierra que sufre por el desempleo, la prostitución, la desintegración familiar y el proselitismo de sectas, entre otros”. Finalmente, la región Sur indicó “es una subdivisión no reconocida, pero que han construido su identidad por separación u oposición a los elementos del Valle Central, región de mayor variedad étnica con presencia de seis grupos indígenas y otras nacionalidades como panameños, nicaragüenses e italianos lo que le hace caracterizarse por su diversidad cultural, con población que ha crecido en medio de relaciones de poder económico con grandes discriminaciones hasta la invisibilización de regiones, marcados por un proceso histórico complejo y por tanto no uniforme, poseedores de costa y montaña que da pie al turismo, pero que sigue siendo una de las zonas más pobres del país”.
Ante esto, indicó que realidades como el Depósito Libre, La Frontera o el mismo Pindeco, son realidades que aunque están poco integradas a la realidad local, y su excedente muchas veces no favorece como debería la zona, y podría en algunos casos causar problemas ambientales o injusticias de otro tipo; son fenómenos complejos de atacar debido a que son fuentes de trabajo para los pobladores de la zona. Recordó que todo este panorama “fue trabajado pastoralmente mediante la Pastoral Social, la acción profética mediante la Pastoral Familiar y Juvenil, y se promovió la Evangelización acorde a la realidad con el indiscutible protagonismo de los laicos”, puntualizó.
Por último, el Padre Elí Quirós hizo un recuento de algunos pronunciamientos de Mons. Ignacio Trejos en cuanto a su magisterio social; esta intervención se iluminó con los enunciados del Plan Diocesano de Evangelización que indica que debemos buscar en todo la instauración del Reino de Dios luchando diariamente por la verdad, la justicia, la paz y el amor (PDE n° 35), elemento que encuentra su complemento en el enunciado que pide a la Iglesia renovarse en la denuncia profética de todo aquello que se opone a que los valores del reino puedan encarnarse en nuestra realidad (PDE n° 39).
Durante su exposición, el Padre Elí compartió detalles sobre el pensar del obispo Trejos y que le hizo saber en una entrevista concedida en el 2005, cuando dijo: “Me incliné por ese sesgo y campo de la justicia social, sabiendo que Costa Rica participa de ese tercer mundo y muy especialmente la zona sur del país. Consciente de que la Iglesia tiene que predicar, tiene que denunciar, tiene que dar ese mensaje de salvación y tiene que hacer que el resto del pueblo de Dios, la mayoría del pueblo de Dios que son los fieles, pues tomen partido en ese sentido de la promoción de la justicia”.
Recordó los llamados de Mons. Trejos a que “no nos hagamos solidarios de injusticias” de 1994, y la máxima de que “como cristianos estamos obligados, ciertamente, no solo a pregonar justicia, sino ante todo a ponerla en práctica” de 1982. Al tiempo que hizo un recorrido por algunos pronunciamientos en temas como defensa del pueblo, migración, paz, seguridad nacional, agro y narcotráfico; en éste último, citó aquella famosa carta a los traficantes de marihuana de 1980, en la que les escribió: “Yo no puedo callar, yo no quiero ser del número de los “perros mudos que no pueden ladrar (Is 56,10) ante tantos y tan graves atropellos. Me han dicho, repetidas veces, que se corre grave riesgo si se habla contra ustedes, pero tengo conciencia clara de que mi compromiso no es con el mundo sino con el Señor y Jesús me dice en su Evangelio: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que al alma no pueden matarla. Ustedes saben que son traficantes de esa fatídica planta que está hundiendo a nuestra sociedad costarricense en la más negra y trágica de nuestras miserias […] ustedes tienen compradas (las autoridades) con el vil producto de la espantosa planta. A ustedes, y a quienes ustedes puedan encubrir sólo les interesa una cosa: el dinero. A muchos de ustedes, que se hacen pasar por cristianos, no les importa el clamor de la conciencia porque la tienen adormecida.”
Para terminar, se tuvo un espacio de preguntas, ahí se reflexionó cómo “Mons. Delfín Quesada era feliz en medio de la precariedad, y aunque la realidad ha supera mil por mil la gran virtud fue confiar en Dios, pues la fe que movió al clero y laicos de aquellos años, fue bendecida por Dios”; en cuanto al proceso de los laicos y sobre todo al gran acierto de los delegados en aquellos años de bonanza se indicó como elemento particular “la mística con que se atendieron sobre su servicio prestado y la toma de conciencia de la grandeza del domingo”.
Finalmente, se recordó el gran reto que tenemos frente a las vocaciones, pero también de la necesidad de ser sacerdotes que invirtamos tiempo en la formación y evangelización, que nos lancemos con valentía y con identidad sacerdotal, para que amando nuestro sacerdocio cumplamos con la misión de pastor de salir en busca de alejado, superando el bloqueo tecnológico de nuestro tiempo que nos impide muchas veces pensar y el ambiente desfavorable que nos lleva a una aparente inercia y carencia cultural.