De la fría droga… al calor de la Misericordia

(San Vito de Cot0 Brus, Febrero del 2016) Entre la oscuridad propia de la madrugada y luego de unas horas de viaje que tuvo por desayuno un hermoso amanecer, y con el característico viento frío propio de mi San Vito querido en los amaneceres de verano… nos adentrábamos en busca de la Comunidad Encuentro; experiencia de amor y misericordia que da hogar y escuela a tantos niños, adolescentes y jóvenes que han tocado la oscuridad y el frío de la droga.

Parece que Dios nos hablaba incluso antes de llegar hasta la finca, ubicada en los Reyes de San Vito Coto Brus, donde se levanta aquella magnifica e imponente obra entre el verde propio de la zona y el cantar de las aves; mientras consumía kilómetros hacia la meta, trataba de sacar de mi memoria recuerdos de aquellos años cuando siendo vicario y luego párroco, les visitaba pastoralmente… pero ahora, sus historias me marcan, su testimonio me impacta y su vivencia me parece digna de compartir…

Al llegar a este centro, respiro un clima de paz y de encuentro con Dios, entre hortalizas, árboles, la presencia de algunos animales y ante todo el saludo sonriente cortés, sereno y sincero de los jóvenes que van saliendo a nuestro camino, nos encaminamos entre pasillos extensos hacia la dirección, donde nos recibe amablemente su director Steffano Mazzi, quien ha coordinado algunos testimonios dignos de conocer.

Primero, Mazzi nos relata cómo hay personas que por variadas causas presentan incapacidad para sacar beneficio en las relaciones, que a la postre le causan tremenda angustia y por ende fatiga ante las responsabilidades, es ahí donde la droga altera los estados de ánimo y percepción de la realidad hasta desarrollar el pensamiento “¿qué me importa?”, parando el desarrollo de la persona que no sabe cómo enfrentar la vida; por tanto en la comunidad se da una posibilidad para volver a tener buenas relaciones, tomando conciencia de la responsabilidad…, así se dan cuenta que afrontar esta realidad es bueno y realizante.

Saúl de 25 años, relata cómo su vida se reducía a la droga, buscando lo que más le hacía efecto, hasta el punto de no comer y trabajar con pocas fuerzas…, reconoce hoy como la droga lo llevó a la destrucción física y mental. Miguel, habla de esa apariencia e inestabilidad que les provoca el vivir en la calle, buscan aceptación pero no la encuentran, hasta el punto de seguir estereotipos equivocados.

Pero el testimonio de Alberto nos deja sin palabras, con lágrimas en los ojos y sobre todo con el corazón partido; con una mirada ahora llena de vida por el proceso de recuperación vivido, nos cuenta su pasado con dolorosas palabras: en mi caso fue desde la infancia, no tuve buena educación, ya a los cuatros años no tuve niñera… no tuve nada, entonces siempre anduve en la calle… después, a los seis años empecé a robar, a los diez a tomar alcohol y a los doce empecé a consumir crak, a los trece quise fumar sólo marihuana pero a los seis meses volví y probé más drogas… cocaína, pastillas, ácidos, inhalantes como gasolina, zinner, pegamento…, a los quince años estuve a punto de caer en la cárcel, a los diecisiete incluso con problemas cada vez más graves como allanamientos…; y en la noche me decía: esto está mal y no puedo seguir así.

Miguel recuerda como en la calle se vive mucha indiferencia y maltrato, la gente no se da cuenta que usted existe, la sociedad te discrimina, pocos brindan ayuda, uno mismo se desvaloriza como persona…, la calle es dura, eso no es vida, en la calle hay que cuidar la espalda porque es peligroso que le hagan daño, ni en la banca se puede dormir tranquilo…, en la calle no hay amigos, allá cada quien trata de sobrevivir como puede.

Alberto, nos describe lo que se siente al pasar los efectos de la droga…, y nuevamente con una mirada llena de esperanza nos dice: cuando todo se termina es algo pesante, usted sabiendo que hace algo mal, lo hace y eso es un tormento…, más todo lo que hay que cargar, no se puede dejar ver por otros porque lo pueden matar, no puede ver un policía porque se lo llevan, siempre andar huyendo de todos, es un peso grande…

Para Alberto, lo más doloroso que ha vivido es precisamente no haber tenido una familia donde uno pueda hablar, confiar y hacer las cosas bien, sentarse un día a comer juntos, irse un día de paseo, no a gastar un montón de plata, sino a caminar en el mismo barrio, llegar y que me digan un consejo; luego todo lo que hice contra mi mamá, porque después era yo el que pagaba con ese resentimiento contra ellos, luego estuve meses viviendo y durmiendo en la calle, sin comida… cuando son las dos o tres de la mañana ya uno tiene hambre y no hay ni drogas ni plata, no hay nada que lo haga sentirse diferente, y estar durmiendo en una parada es lo más asqueroso que hay en la vida, tal vez comerse el sobro que dejó un chiquito o el resto de un jugo, tal vez jugárselo solo con eso.

Por su parte, David nos contó cómo la droga lo hace caer en coma, los mismos doctores le dijeron que fue un milagro que su corazón no se detuviera por completo, luego de una mezcla de drogas que realizó con sus “amigos”. Otro, nos comenta sus deseos de morir ante tantos problemas que experimentó, que le quitaban hasta la propia tranquilidad de no poder estar en un sólo lugar y esto lo obliga a caminar cada cinco minutos de la misma desesperación que produce la soledad más ingrata.

Ante todo este panorama, Miguel dice que la Comunidad Encuentro es su familia, una comunidad que lo hizo ser más fuerte y es mi casa, porque ellos han hecho que mi vida tenga un sentido, ha sido la luz en mi vida y ésta la oportunidad que Dios me dio…, Dios tenía un propósito para mí, la cosa es que tenía que encontrarlo y lo encontré…

En esta casa y en este proceso no todo es color de rosa y dulces de niños, sin duda hay momentos y retos a asumir que provocan las ganas de salir corriendo, pero Alberto nos dice que lo sostiene la forma en que lo atendían, siempre llegaba alguien, siempre habían personas que me aconsejaban y sin tener que pedir nada a cambio, personas que habían vivido lo mismo que yo… Por eso, para David es una escuela, porque los servicios que acá desempeña en el acompañamiento de personas y sus responsabilidades en beneficio de la vida comunitaria, lo ayudan hoy por hoy a ser lo que soy, dándole capacidad de razonar y hacer las cosas por sí mismo.

En este proceso, Dios y el Padre Pierino son muy importantes, pues nos han hecho retomar la confianza en Dios; dice Miguel: por mi estilo de vida, dejé de creer en Dios y le achacaba todo, siempre a Dios le achacamos la culpa de todo, y no nos damos cuenta que somos nosotros los grandes culpables, porque Dios siempre ha estado ahí…, y sobre el Padre Pierino es increíble lo que Dios puede hacer en una persona con un poquito de voluntad, voluntad que se hizo en un amor inmenso que ha hecho tanto bien a tanta gente.

Termino con las palabras de Staffano Mazzi, director de la Comunidad, quien recuerda que acá todo está marcado por el pensamiento de Cristo, esta es nuestra forma de vida, el cómo se ve y se juzga a la persona, se espera que sea a la altura de lo que nos enseña Cristo; donde el año de la Misericordia es un estímulo, sobre todo para tener siempre abierta la puerta a todos, nunca cerrarla… pues, todos tenemos una misión y como dice Alberto: no se puede vivir solo diciendo creo en Dios, tiene que haber algo más, tiene que estar la pregunta ¿cuál es la razón por la que sigo vivo? Dios lo tiene aquí a uno para algo…

 

 

Etiquetas

Un Comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *