Reconciliados en el espíritu de las bienaventuranzas

La jornada de este jueves, día eucarístico por excelencia, ha tenido un matiz penitencial en el desarrollo de los ejercicios espirituales que vive el clero de la Diócesis de San Isidro; así, durante los encuentros de hoy, se han meditado profundamente en cuatro de las bienaventuranzas que propone el evangelio de San Mateo.

Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán en herencia la tierra, “trata el grandísimo problema humano de cuando alguien explícitamente quiere hacerte el mal, cuando te quieren provocar y humillar”, precisó Mons. Montero en su exposición. Ante este desafío, la actitud cristiana es la de poner la otra mejilla, actitud contenida en Mt 5, 39; recordando que “quien te abofetea no te quiere matar, lo que quiere es rebajarte, quiere decirte que es superior a ti, quiere provocar tu ego…, y aunque tu sangre esté capacitada para reaccionar con violencia, tú desde el cristianismo optas libremente por el amor cristiano que implica el amor al enemigo”.

“Este amor no es una actitud débil sino la actitud inteligente a través de la cual quiere ayudar a cambiar al que le desea mal, porque el mensaje que ofrece es: yo no estoy dispuesto a empuñar la vía de la violencia, al contrario me duele más el pecado que está cometiendo aquel que me desea el mal que el dolor que me causa, porque aunque te declares mi enemigo serán mi amigo, aunque me odies te amo…, realidad que enseñó Jesús cuando llamó amigo a Judas en el momento de la traición”, recordó Mons. Montero.

Así, “los mansos son los que han aprendido a controlarse a sí mismos y saben reaccionar como cristianos ante la provocación a la violencia; por ello heredarán la tierra, que si bien se puede pensar en la tierra prometida, se hace referencia a que pueden controlar las situaciones del aquí y el ahora y vivir en paz, viviendo en serenidad por haber optado por vencer el mal con el bien”, indicó el prelado.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados, nos habla de cómo “reacciona el cristiano ante las injusticias cometidas contra los otros, sintiendo hambre y sed porque desea que esas injusticias sean superadas”. Al respecto, Mons. Montero recordó esas grandes injusticias sociales como por ejemplo cuando “hay magnates con grandes fincas, con animales gordos y bien cuidados…, mientras los hijos de los peones viven en casuchas enfermos y desnutridos, ahí está la injusticia de la que trata esta bienaventuranza, porque estamos llamados a sentir como propio el mal que siente el otro”, indicó.

“El cristiano debe estar consciente de lo que pasa en la sociedad y aferrarse a lo que enseña la Iglesia, y formar así un sentido crítico, pues no puede pasar indiferente…; pero el cristiano no puede apuntarse con la violencia porque traerá más injusticia, la justicia humana quiere la justicia ya, como mero criterio humano, mientras que la justicia divina espera la hora de Dios, y el cristiano tiene la certeza de que Dios no falla”, indicó durante su explicación el obispo de San Isidro.

Por tanto, recordó que “los medios para lograr la justicia serán: su Palabra, porque la Palabra de Dios es viva y eficaz y puede cambiar los corazón e iluminar las mentes; la oración, porque es la capaz de cambiar el mundo, logrando lo que no logran otros medios humanos; los sacramentos, porque la gracia puede transformar el corazón de las personas; el ayuno y la caridad”. A quien obre así, Dios le promete que serán saciados “porque Dios tarde o temprano hará justicia de la mejor manera”, señaló monseñor.

Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia, enseña Mons. Montero que ésta es la primera de las bienaventuranzas activas, la cual nos dice: “cómo reacciona el cristiano ante la necesidad del otro, donde la forma de reacción y compromiso es la misericordia”, realidad que el mismo evangelio nos expresa en Lc 10, 29-37.

“No hablamos del concepto puramente humano sino de la misericordia de Dios, en Lucas vemos cómo el sacerdote y el levita, máximos representantes del culto, pasan de largo, mientras que el samaritano tiene delicadeza y se detiene, se acerca, se abaja, y se puso a servir; la misericordia cristiana no se ejerce desde la torre de marfil, sino que el primer gesto es ponerse al nivel del que sufre para sentir su dolor, subirlo a su cabalgadura es ponerlo a su nivel haciéndolo su hermano, para cuidarlo él mismo y finalmente darle seguimiento, realidad que enseña el evangelio cuando dice al volver, pues vuelve para pagar lo que haya gastado de más; todo esto, sin cobrar nada, porque la misericordia cristiana está llena de la generosidad de Dios”, precisó Mons. Montero.

Por tanto, la no vivencia de esta bienaventuranza de la misericordia, tendrá repercusiones muy fuertes en nuestra vida, así nos lo recuerda el evangelio de San Lucas 16, 19-31 cuando presenta “al hombre rico que teniéndolo todo fue incapaz de ver a su puerta a Lázaro muerto de hambre; ese es el problema, viéndolo fue incapaz de tener misericordia, así que si fuiste incapaz ahora tendrás lo que has escogido, y es el castigo”, reflexionó Mons. Montero. De ahí, “que el juicio final se basará en si tuvimos misericordia, no tanto en las acciones concretas, sino en las omisiones de misericordia”, puntualizó.

Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios, trata de “cómo me comporto como cristiano delante del otro, delante de los demás”. En este sentido, insistió Mons. Montero, la limpieza de corazón tiene que ver con “el lenguaje que tengo que usar, el lenguaje es el de la absoluta sinceridad, porque las relaciones humanas se enturbian por falta de sinceridad y de rectitud; así también, la limpieza de corazón mira a ver siempre lo positivo que hay en la otra persona, para lo cual será necesario limpiar el ojo propio como lo recuerda Mt 7, 5”.

Por tanto, la limpieza de corazón tendrá que ver con “no juzgar, no condenar, no seamos jueces de las intenciones más profundas con que una persona actúa porque esto sólo Dios lo conoce; de ahí que nunca nuestra mirada se dirija a los demás con la clara intención y el deseo de aprovecharnos del otro y satisfacernos…, porque sólo los limpios de corazón verán a Dios, ya que ellos fueron capaces de ver a Dios en los seres humanos, por eso lo verán en todas partes, porque tienen esa actitud positiva”, concluyó el obispo.

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