En el contexto de este Año Santo Jubilar de la Misericordia, este viernes 3 de junio día de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, nuestra Diócesis de San Isidro celebró con mucha alegría y confianza en Dios el Jubileo de los Enfermos. Al ser la 1:00 pm fueron llegando poco a poco entre el caminar pausado y la esperanza puesta en el Dueño de la Vida, cada uno de los pacientes que previamente fueron invitados gracias al personal de salud y servidores de la pastoral hospitalaria.
El auditorio del Hospital Escalante Pradilla se colmó de pacientes y familiares, personal médico y servidores que juntos elevaron la plegaria a Dios…; decorado el lugar con dedicación y esmero, preparado los servicios litúrgicos con gusto y cuidado, y una Puerta Santa que mostraba a su alrededor los detalles más propios del día a día de un hospital y la atención a sus pacientes…, entre estetoscopios, jeringas, guantes y otros…, donde desde la misma puerta, se nos recordaba claramente que el dolor y el servicio al necesitado es camino preciso al cielo…
Todo preparado, se dio la celebración de la Eucaristía presidida por nuestro obispo Mons. Fray Gabriel Enrique Montero, quien en la homilía recordó el cuidado de Dios por nosotros, y sin titubeos señaló: “Dios nos ama y en su lógica va en busca de la oveja perdida para rescatarla y vendar sus heridas”; con este texto, reflexionó que la misericordia de Dios es para todos y que esa elección de Dios para con nosotros, debe llevarnos a reproducir esa misma actitud de cuidado y preocupación para con nuestros hermanos que más sufren y más necesitan.
Así mismo, con las palabras del Papa Francisco “en la Eucaristía adoramos el Cuerpo de Cristo, en los enfermos nos encontramos las llagas de Cristo”, hizo un llamado a servir con amor a los enfermos y recordó que siendo sacerdote joven pudo ser testigo de cómo el dolor se lleva mejor cuando se encuentra sentido al unirlo a la Cruz de Cristo, de lo contrario el dolor se vuelve ingrato y es difícil de llevarlo…, por eso, “es preciso que podamos encontrar a Cristo acá en medio del dolor y la enfermedad”, puntualizó.
Al finalizar la Eucaristía, Laura Picado Morera, trabajadora del centro médico, en nombre de la comisión organizadora de esta celebración, agradeció a todos los presentes por su entrega y su servicio, recordó que el hospital “se ha convertido hoy en un lugar de consuelo, amor y esperanza, porque el mismo Dios con su palabra y presencia sacramental se ha manifestado entre nosotros” señaló.
También, se le hizo al obispo un petición clara y certera “sabemos de tus múltiples acciones pastorales y que por ello no siempre podremos contar con tu presencia, pero no olvides que cuando ya la medicina no puede dar alivio o curar, es cuando solo la gracia de Dios basta, por esa razón solicitamos de ser posible tener más presencia de consagrados de Dios que visiten a nuestros pacientes y familiares, y que incluso nos atiendan a nosotros mismos como personal para recibir misericordiosamente el perdón, el consuelo y la esperanza que sólo viene de Dios Padre”, finalizó la funcionaria.
Para finalizar, Mons. Montero visitó cada salón del centro hospitalario con la gentil compañía de la enfermera Sonia Navarro que nos sirvió de guía…, ahí nuestro obispo bendijo uno a uno más de 40 pacientes que por su condición de salud no pudieron descender hasta el lugar de la celebración, entre una mirada un tanto ida en el silencio, una sonrisa a veces tímida y nuestro caminar pausado que decía lo mucho que estaba pasando por nuestro corazón, fuimos llevando el consuelo de Dios… mientras se podía palpar claramente la fragilidad de nuestra condición humana, ante el dolor, el sufrimiento y el posible límite cercano de nuestra vida terrena en algunos casos…
Al finalizar, quienes ahí estuvimos coincidimos en que Dios hizo paso entre nosotros, la alegría de quienes se comprometieron de lleno para que esto fuera posible es fruto de la gran satisfacción del deber cumplido y el servicio realizado con amor y entrega…, el personal en una verdadera experiencia de comunión entregó al bien de la comunidad sus más variados dones y la unión hizo posible que el Amor que brota del Corazón de Jesús se pudiera experimentar a flor de piel.