El segundo día de reflexión del Encuentro Nacional de Sacerdotes, tuvo como eje central el tema del pecado y cómo actuar frente a él, en el Sacramento de la Reconciliación. El exponente principal del encuentro el P. Román Flecha compartió en dos charlas el desarrollo del tema, recordando al Papa Francisco; apuntó que “la confesión es un encuentro con el amor misericordioso de Dios”, pero recordó que el problema de nuestro tiempo es que Jesús no niega el pecado, la cultura contemporánea si lo niega y señala con fuerza la falta, esto provoca un peso enorme.
El pecado no es un «triste privilegio de los creyentes» y así también la virtud «no es exclusivo de los creyentes». Entonces, el pecado afecta indiscutiblemente a la comunidad, el pecado nos abre la perspectiva comunitaria pero la destruye, porque vemos que hay una relación con «lo otro», es decir con la naturaleza, la creación con «los otros», es decir, con la comunidad y también con el «Absoluto Otro», Dios. De ahí se desprende, que hay una necesidad de la formación moderna de la conciencia, por eso será necesario descubrir la esperanza como camino que lleva a una celebración gozosa, por eso como afirma el Papa Francisco “el confesionario no es una sala de tortura, sino el espacio de la misericordia”, afirmó el Padre Flecha.
Por la tarde, los presbíteros Fernando Muñoz y Rodolfo Murillo, desde una perspectiva psicológica y moral respectivamente, enfocaron el tema de la reconciliación; el Pbro. Muñoz afirma hay que revisar si el penitente está en una patología o una limitación humana, y de ahí se podría hacer un juicio y pensar la reconciliación, porque sin negar la gracia, tendría que atenderse acompañado por las ciencias humanas, en una interdisciplinariedad que ayude, recordando el principio teológico: “gracia supone la naturaleza”.
Por su parte, de una visión teológica el Padre Murillo afirma que “la misericordia es el centro de la reflexión del Sacramento de la Reconciliación y no el pecado, por eso hay que recordar la moral en situación”; concluye con un pensamiento de san Juan María Vianney, quien decía: “el buen Dios lo sabe todo, incluso que después de la confesión volverás a pecar, sin embargo os perdona… olvida el futuro para perdonar en el presente”.
En unas palabras para Radio Sinaí 103.9 FM, recordó que este encuentro es importante para los sacerdotes, porque “somos y tenemos que ser instrumentos de la misericordia de Dios, particularmente en ese sacramento tan saludable, que nos devuelve nuestra relación y comunión con Dios, rota por el pecado”; recordó que es un tema central en la vida del sacerdote y oportuno en nuestro tiempo, máxime que se analizará bajo las aristas de la liturgia, lo canónico, la psicología y otros. Dijo Mons. Garita que es entonces un tema importante en la vida del sacerdote a nivel personal y también para su servicio, “de cara a este ministerio que tiene que realizar en nombre de Dios y por encargo de la Iglesia; siendo una realidad sacramental que nos debe hacer temblar a nosotros los ministros de la profundidad y sublimidad de lo que esto significa”.
Consultado el Pbro. José Román Flecha al respecto, dijo “que la misericordia es un tema importante e imprescindible, sobre todo porque habíamos olvidado la misericordia; la misericordia de Dios la hemos olvidado, porque creemos que nosotros somos los creadores del bien y del mal, hemos caído en un ateísmo práctico y por tanto creemos que no necesitamos la misericordia de Dios; y la misericordia para con nuestros hermanos la hemos olvidado por nuestra autosuficiencia, nuestra ansia de acaparar bienes”.
Finalizó el Padre Flecha, contando su deseo sobre este año de la misericordia, del cual “espera nos ayude a redescubrir esas dos dimensiones: la misericordia de Dios para con nosotros, lo cual nos lleva a reconocer también la necesidad de pedir perdón, de aceptar el abrazo misericordioso de Dios como el del Hijo Pródigo; y también la otra misericordia horizontal, que nos lleva a acoger a la persona caída al borde del camino, que se ve reflejada en la parábola del Buen Samaritano…, recibir la misericordia de Dios es un don y un privilegio, y llevarla a nuestros hermanos que sufren es nuestra vocación, tarea y misión”, puntualizó.