Este 26 de mayo, los seminaristas de nuestra diócesis que se forman en el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles en Paso Ancho, San José; tuvieron la celebración en honor a nuestro patrono San Isidro Labrador.
Como es costumbre, se ha querido dedicar esta actividad a algún sacerdote que por sus cualidades y testimonio ha marcado la vida diocesana; en esta ocasión, los seminaristas tomaron la decisión de realizar una ofrenda de agradecimiento al Pbro. Alexis Madrigal Ramírez, mejor conocido como “Madrigal”, por tantos años de entrega.
En una tarde oscura y ciertamente un poco fría, arribó el Padre Madrigal a las instalaciones del Seminario Nacional en compañía del Pbro. Joaquín Calderón y los jóvenes que hacen la experiencia de Casa Santa María.
Al ser las 5:30 pm dio inicio en la Capilla Mayor del seminario, el momento más importante de aquella jornada, con mirada fija al sagrario y un caminar pausado pero firme, avanzó el Padre Madrigal por la nave central acompañado de dos seminaristas; acto seguido expone al mismo Jesús Sacramentado, que por espacio de una hora adoramos. La acústica de la capilla y el silencio propio de una casa de formación, prepara a todos para que los mismos cantos nos hablen y el corazón se disponga a encontrarse con el Amado, entre salmos y oraciones.
Ha quedado de manifiesto su amor por la Eucaristía, quienes hemos estado presentes en aquel lugar sagrado, somos testigos de la mística con que ha vivido aquellos minutos, y cómo su rostro se llenaba de una “serenidad particular” al impartir la bendición con Jesús entre sus manos. ¡Ese! Es precisamente el Padre Madrigal, y su amor a la Eucaristía uno de sus grandes pilares.
Ya en el gimnasio, entre mascaradas y la alegría propia de más de un centenar de jóvenes que descubren su vocación, los seminaristas diocesanos dirigen unas palabras hacia el Padre Madrigal: “gracias por su trabajo y entrega, gracias por su esfuerzo y paternidad para con nosotros, gracias por dar toda tu vida a la cura de almas”, señaló sin titubeos, Marcelino Castillo seminarista diocesano.
Con un vídeo, quisieron proyectar la vida del querido padre, en el cual recordaron sus raíces cartagas, su extenso núcleo familiar compuesto por 14 hermanos, su paso por el estricto seminario alemán durante aquella década de 1956 hasta 1966, su ordenación diaconal en marzo de aquel año y su ordenación presbiteral el 17 de diciembre de 1966 por la imposición de manos de Mons. Delfín Quesada Castro.
No podía faltar el recuerdo de su ejercicio pastoral, unos meses del 67 en San Marcos, luego enviado a Rivas hasta 1971, cuando se le traslada como vicario parroquial a Catedral de San Isidro, servicio que desempeñó hasta 1998 cuando asumió como párroco, en una larga jornada que terminó hasta enero del 2015. Se tendría que añadir a esta lista, sus servicios diocesanos como ecónomo, encargado de Pastoral Social, Vicario General por muchos años, miembro de los Consejos Diocesanos, entre otros.
El vídeo quería exponer también la parte humana de aquel hombre que muchas veces refleja “seriedad y hasta quizá enojo”, pero que realmente en su corazón se encierra un hombre de grandes sentimientos y noble corazón; un hombre que quiso quedarse en nuestra tierra sin ser originario de ella, pero como él dice: “quien bebe agua de la Quebrada de los Chanchos, se queda ahí para siempre”; y así fue, se quedó en Pérez para siempre, para mostrar su amor a la Eucaristía, para fomentar las vocaciones, para impulsar a los laicos en su misión, para acompañar a los seminaristas… y para convertirse en padre espiritual; sin duda, buena sintonía hacía el canto de Pescador de Hombres que se escuchaba al fondo, mientras acompañaba el girar de imágenes que se imponían entre la oscuridad de aquel gimnasio, lleno de miradas fijas que querían conocer un poco más de aquel sacerdote.
El Padre Madrigal, cercano ya a sus 50 años de vida sacerdotal, tomó la palabra y confesó un sentimiento “aunque nunca lo he expresado en público, quiero decirles que a ustedes seminaristas, los quiero porque son mis hijos, de manera especial a quienes he acompañado en el camino, siempre oro por ustedes para que Dios les de fortaleza y les abra la mente para que vean lo maravilloso que es ser sacerdote”; y con su franco hablar agregó con valentía: “se los digo con 50 años de ser sacerdote”.
Ya aquellas palabras habían impactado, pero dio un último consejo que expresaba su esencia y quizá me animo a decir, su clave: “el sacerdocio ha sido lo más grande en mi vida; a los 40 años de ser sacerdote me preguntaron qué es lo más difícil que ha vivido, dije que la muerte de mi madre; pero si me preguntan hoy, el día más difícil ha sido cuando un ladrón entró a catedral y tiró el Santísimo al suelo, sentí que me habían matado…, para mí el Santísimo lo es todo”.
Por su parte, Mons. Montero, quien estaba presente en la actividad, reconoció cuántos sacrificios ha vivido el Padre Madrigal en el ejercicio de su ministerio por la entrega a los pueblos, señalando que en Visita Pastoral ha sido testigo, de que es conocido en los más lejanos pueblos a quienes por tantos años visitó cuando la parroquia de Catedral comprendía otras jurisdicciones actuales; dijo monseñor: “hay un sentimiento de reconocimiento hacia él como auténtico pastor por su entrega y testimonio”.
Podríamos decir para finalizar esta entrega, que el Padre Madrigal disfrutó esta noche de homenaje, ya que su misma sonrisa lo delataba; pero, sobre todo disfrutó porque estaba con quienes más ama y valora: Dios, ya que en la Eucaristía encuentra su fuerza y su razón vocacional; y los seminaristas, por quienes se ha gastado y desgastado siendo para ellos su padre espiritual.
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