El pasado sábado 17 de setiembre, los feligreses de la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción de Sabalito, tuvieron la oportunidad de vivir el Jubileo Parroquial, aprovechando este momento para ganar indulgencia plenaria dentro del marco del Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia, que dentro de pocos días culminará.
El punto de encuentro para los asistentes fue frente al Palí de San Vito, lugar desde donde se salió, a las 9:00 am, en peregrinación hacia el templo parroquial de San Vito, donde se concluirían los actos propios para ganar la indulgencia plenaria.
De forma muy ordenada, los feligreses participantes guiados por los sacerdotes, Pbro. José Israel Gutiérrez y el Pbro. Allan Abarca, párroco y colaborador en la parroquia durante un tiempo, respectivamente; se dirigieron entre cantos y expresiones de fe y alegría hacia el templo, donde les esperaba el Pbro. Luis Alberto Mena, quien tuvo a su cargo las oraciones y reflexión previa a cruzar por la Puerta Santa. Durante la reflexión el Pbro. Luis, recordó que cada uno de nosotros en cualquier momento de la vida, comete errores que se convierten en pecado y que muchas veces provocan en el individuo sentimientos de dolor, soledad y por qué no, hasta sentir que Dios está muy lejos de su vida. Sin embargo, esta oportunidad que la Iglesia regala a sus hijos, sirve para que cada uno, al igual que el Hijo Pródigo, del que nos habla el Evangelio, puedan volver su mirada a Dios, pedir perdón por sus faltas y al igual que aquél, recibir el abrazo amoroso y misericordioso de ese Padre, que si bien es cierto detesta el pecado, pero ama incondicionalmente al pecador. Hizo además la invitación a los asistentes a abrir su corazón a la acción de Dios, quien brindará todo su amor y misericordia, sobre quienes con corazón agradecido y arrepentido le buscan, al atravesar la Puerta Santa, signo de misericordia de Dios con su pueblo. Seguidamente, el Pbro. José Israel procedió a abrir la Puerta Santa y en ese momento con gran alegría y recogimiento uno a uno, los feligreses fueron avanzando hacia el interior del Templo.
Después de transcurridos algunos minutos, con un templo completamente abarrotado de fieles, se llevó a cabo la Santa Eucaristía. Durante la homilía, el Pbro. Allan Abarca, invitó a los feligreses a reflexionar acerca de cuál es la condición en la que la semilla de la fe ha sido sembrada en el corazón de cada uno. Recordando que la semilla sembrada por el Sembrador siempre es de excelente calidad, sólo que sus frutos serán de acuerdo al terreno en el que haya caído ésta. Así las cosas el cristiano debe estar siempre alerta, de modo que la semilla depositada no muera, sino que crezca y dé buenos frutos, como nos habla la parábola del Evangelio que se ha proclamado este día. Y además, de acuerdo con los deseos de nuestro Papa Francisco, cada uno de los fieles cristianos, debe ser misericordioso como el Padre, de modo que quienes están alejados de la Iglesia, sientan el deseo de acercarse a ella, motivados por el ejemplo, actitudes y buenas acciones del fiel cristiano, quien se caracteriza por ser misericordioso, no juzga ni habla mal de su prójimo, está dispuesto a tender la mano a quien está en necesidad, de manera que así podamos acoger a los demás, y en primer lugar cada uno de nosotros buscamos la misericordia de Dios que tanto la necesitamos, pero a la vez brindar la misericordia a nuestros semejantes. Por eso este año no sólo es para recibir misericordia, pues es hermoso que se nos perdone. Pero qué duro cuando tenemos que ser misericordiosos con quien nos ofende. Y recordemos que en el Padrenuestro pedimos a Dios Padre nos perdone y ame, como yo perdono y amo. Pensemos en esto y recordemos que la semilla la hemos recibido y que sólo dará frutos si yo, soy ese terreno bueno, que me permita dar frutos excelentes. Confiemos en Dios que de aquí a un año, seamos cada vez mejores cristianos y que este año de la Misericordia no haya pasado en vano. Pidamos a Dios nos dé la gracia, para tratar, amar y perdonar a los demás con misericordia y así podamos ser Misericordiosos como el Padre, concluyó.
Al terminar la celebración, los más de 250 fieles participantes disfrutaron de un delicioso almuerzo, momento que también sirvió para experimentar una vez más el amor y la misericordia de Dios entre los presentes, ya que al distribuir el almuerzo quedó de manifiesto que se dio una verdadera “multiplicación” de los alimentos y todos disfrutaron de un agradable momento unidos como una sola familia.